martes, 30 de agosto de 2011

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A diez minutos del último día del octavo mes del año 2011 en este calendario inventado andá a saber por qué religioso de mierda, me entero de que lo más grande de mi vida sigue intacto. Me entero, porque paradójicamente lo más grande de mi vida es totalmente externo a mí. No es yo, no me pertenece, ni siquiera lo puedo tocar. Pero sigue intacto.

Creo, puedo y quiero afirmar que no hay que esperar ninguna revolución rusa para volver a bailar en una pata.

Pueden ser ilusiones o deseos escritos en la pared hace meses, pero yo apuesto lo que sea a que una estrella fugaz acaba de pasar.

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